En la mente de una artista - El temido dentista

6 de abril de 2015

Vaya, hacía ya dos semanas creo, que no me pasaba por aquí. Soy blogger, ya sabéis cual es la excusa estándar: estudios.


Pero saltándonos toda esa parte en la que pido perdón, hoy vengo a hablar de un tema que a mí me toca muy profundo (lo habréis deducido por el título, obiusly): El Dentista.



Yo, desde pequeña, sufro el síndrome de voy-al-dentista-todos-los-meses. ¿Por qué sufro este raro y peculiar síndrome? Os preguntaréis. Bien, la respuesta es muy sencilla: braquets. Sí, esa cosa plateada que te pegan en los dientes. Llevé braquets durante ocho años, desde los siete años hasta hace unas dos semanas que me los quitaron y fui libre (¡Libre soy! ¡Libre soy!... Nunca es mal momento para cantar Frozen) Durante toda mi horrible y traumática experiencia, recogí algunas curiosidades, algunas menos agradables que otras, tanto de llevar ortodoncia como de asistir al dentista. No sé si harán reír, herirán la sensibilidad el espectador, pero estoy segura de que con algo os identificaréis y/o por lo menos os entretendré. 


  • Los dentistas tienen la extraña manía de preguntarte por tus estudios, familia, etc mientras tienen esos aparatos tan extraños metidos en tu boca ¿De verdad quieren que les respondamos?
  • Los aparatos esos que parecen haber salido directamente del culo de Satán ¿Por qué parecen las mismas herramientas que un cerrajero?
  • Cuando comes con los braquets están comiendo durante todo el día. Da igual que te cepilles tan bien como puedas los dientes, la comida logra meterse entre el metal y tu diente, pero será imposible que salga.
  • Cuando te ofrecen chicle siempre tienes que rehusar la oferta (aquí entrará algún listillo diciendo 'Pues yo tengo aparatos y como chicle' Yo lo hacía cariño, hasta que se me enredo en el alambre y no lo conseguí sacar. La voz de la experiencia habla)
  • Cada crujido que escuchas en tu boca te alarmas pensando que se te ha caído (otra vez) un braquet
  • Los cortes en la lengua cuando algún alambre queda puntiagudo.
  • La de pastillas que has de meterte después de que te apreten la ortododoncia. Esos dolores son peores que el parto (más o menos)
  • Cuando sonríes te tapas la boca porque recuerdas que no tienes una sonrisa de súper modelo.
  • En algún momento te ponen un mote como 'Sonrisa de acero' o algo por el estilo (en mi caso fue el profesor de Educación física)
  • Cuando vas a las revisiones al dentista, da igual lo difícil que sea tu nombre (que el mío lo es bastante) que se lo aprenderán y te tratarán como parte de la familia porque te tienen demasiado visto el careto.
Entre esas, muchas más. ¿Mi peor experiencia? Cuando me tuvieron que encajar unas anillas en las muelas de atrás, y tuvieron que usar un cincel y un martillo para colocarlas. No es broma. Metieron un martillo en mi boca. Imaginaos mi cara cuando la dentista saca un martillo y llama a su compañera para que le sujete el cincel. Grité. Mi padre me dio la mano como si fuese una niña asustada, y aún tiene marcas de mis uñas. ¡Un martillo! ¡En mi boca! Y dicen que ellos son los buenos...

¿Habéis tenido ortodoncia? ¿Lo habéis sufrido como yo? Me encanta oír la historia traumática de los demás.

Hasta la próxima, cadetes.


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